INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo voy a referirme en primer lugar a la cuestión de “la primacía del espíritu” en cuanto espíritu en sí mismo, es decir, ónticamente, el “esse del ente” y también en cuanto a relacionado a las otras dimensiones antropológicas conocidas como “psique y cuerpo”, según lo entiende la Logoterapia.
Por otra parte, en segundo lugar, me referiré al “Arte de la Meditación y Silenciamiento Interior” como un aporte muy valioso para los objetivos trazados en la escuela fundada por el Dr Viktor Frankl.
Es preciso señalar también que por razones de practicidad, utilizaré los términos “espíritu y ser” de modo indistinto, como sinónimos para referirme a la “esencialidad”, a aquéllo simple e indestructible, al “primun esse” de la realidad constitutiva existencial del hombre.
DESARROLLO
La Primacía del Espíritu
La esencia de la Logoterapia es sin dudas la concepción, estudio y comprensión de la existecia de una “dimensión espiritual constitutiva y fundamental” en la noción antropológica de Frankl. En la teoría y práctica de su psicoterapia que irá estudiando, investigando y desarrollando progresivamente, puede observarse que tiene como punto de partida, y también podríamos decir como fin último, a esta dimensión espiritual. Prueba de ésto la encontramos precisamente en tres de las téctnicas propias de la Logoterapia denominada “Técnicas Específicas”, en las que se señala el “protagonismo principal del espíritu” de modo claro y preciso.
La primacía que adquiere el rol del espíritu en la Looterapia se encontrará reflejada también en la abundante bibliografía perteneiente a esta escuela Frankliana.
Podemos afirmar que la Logoterapia entiende y comprende al hombre desde tres dimensiones constitutivas; éstas son “cuerpo”, “psique” Y “espíritu”. Tales dimensiones se encuentran vinculadas, interrelacionadas y coexistiendo a la vez, conformando así la unidad hombre, persona, ser humano. Sin embargo, al subrayar la primacía del espíritu, lo que se está haciendo es diferenciar a esta dimensión a la vez que se la ubica cualitativamente por encima de las otras dos.
Ahora bien, esta diferenciación tiene su arjé o principio en la naturaleza del espíritu, la cual pertenece a una realidad absolutamente diferente respecto a la naturaleza de las otras dos dimensiones, ésto es, cuerpo y psique. Dicho de otro modo, de lo que se trata acá, es de una diferenciación de carácter “ontológico”.
El Dr. Guillermo Pareja-Herrera enciende que cuando se presenta en una persona una situación de divorcio entre la dimensión espiritual y las otras dos dimensiones, entonces se produce lo que se denomina “vacío existencial” o “pérdida de sentido”. Es preciso entonces una terapia que le devuelva a la persona la sana relación entres las tres dimensiones que la consituyen como tal, entendiendo como esencial el protagonismo del espíritu.
“… La Logoterapia es una terapia específica de la frustración existencial, o de la frustración de la búsqueda de sentido. Cuando estas situaciones generales se presentan con rasgos sintomatológicos de tipo neurótico, estamos en la puerta de una neurosis noógena. Vemos entonces que la Logoterapia, por su intervención específica, permite que lo espiritual se haga presente en el horizonte humano, sea que está a nivuel inconsciente y entonces se concientiza o, si ya está presente, entonces de ha de promover su actuación efectiva …” (1)
Por consiguiente, aunque podemos afirmar con Vicktor Frankl que cuerpo, psique y espíritu conforman la totalidad del hombre, sin embargo el espíritu, indudablemente, es un todo de una naturaleza totalmente diferente. El padre de la Logoterapia nos dice que “… mientras la frontera de lo consciente y lo inconsciente se nos presenta porosa, será poco, en cambio, cuanto digamos de la neta línea divisoria que separa lo espiritual de lo impulsivo. La consecuencia es que las enfermedades psicofísicas no pueden destruir al ser espiritual. El desorden, fruto de la enfermedad, puede enturbiar la manifestación del ser espiritual, pero no más de éso …”
Siguiendo la línea del texto precedente, podríamos decir que esa “dificultad o enturbamiento en cuanto a la manifestación del ser espiritual”, podría vivirse como una ausencia en la conciencia, de la realidad espiritual; ésto dejaría a la persona únicamente relacionada o identificada con su actividad mental, sus emociones, sensaciones y limitaciones.
Vemos entonces que de alguna manera se desfigura, se debilita y hasta puede desaparecer del ámbito de la conciencia la noción de sentido, plenitud y trascendencia. Una persona en estas condiciones puede comenzar a experimentar el hecho de sentirse súbdita de la facticidad y de sus limitaciones personales, viviendo de este modo una vida a merced de las circustancias y condicionamientos propios del entorno. Diríamos que se ha producido como una ruptura entre la sana relación de la dimensión espiritual y las dimensiones písiquica y física.
En tal sentido, en el tema “… el inconsciente espiritual, la sede del sentido de vida …” se lee lo siguiente: “… centrándose alrededor del núcleo existencial, personal, espiritual, el ser humano no sólo se individualiza sino que se integra. Ya que es el núcleo y sólo él quien garantiza y consituye la unicidad y plenitud tripartita lo que hace al hombre un ser completo. No hay manera de justificar una visión del hombre que sólo contemple el todo psico-somático. Cuerpo y mente pueden formar una unidad, la unidad psico-física, pero esta unidad no representa todavía la plenitud del hombre. Sin lo espiritual y su extensión básica, no puede existir la plenitud. Mientras sigamos hablando sólo de mente y cuerpo, la plenitud nos seguirá dando la espalda …”
El Ser Humano Siempre es Humano
Cuando la dimensión espiritual desaparece de la conciencia, aún así, sin embargo, la persona no queda desvinculada completamente del espíritu; éso es imposible. Entiendo que jamás el ser humano pierde de modo absoluto la capacidad de ser precisamente éso, “humano”. Aún en condiciones extremas como en el caso de haber perdido la noción de la existencia a nivel consciente, por ejemplo encontrándose afectado por un estado de coma, aún así tal capacidad permanece intacta ya que ontológicamente no depende de las condiciones píquicas o físicas, sino que precisamente “lo humano” proviene y se sostiene “en el espíritu”, el cual siendo dinámico sin embargo nunca cambia, no se achica ni se agranda, no se debilita ni se robustece; simplemente “el espíritu es”. Siempre estará presente en el hombre, podemos decir, de algún modo, sea éste suave, débil, turbio, leve, etc., una moción del espíritu, una voz que habla.
Algunas Definiciones Antropológicas
Muchas y variadas han sido a través de la historia de la humanidad en general, y en la filosofía en particular, las respuestas y definiciones que se han dado a la pregunta acerca de “qué es el hombre”. Algunas definiciones clásicas han sido, por ejemplo: “… el hombre es animal racional …”, “… el hombre es animal político …” (2), “… el hombre es animal moral …” (3), “,,, el hombre es espíritu o alma …” (4), “… el hombre es animal técnico …” (5), “… el hombre es junco pensante … el hombre es lobo para el hombre …” (6), etc.
Sin embargo, según nuestro modo de pensar y siguiento la filosofía de Viktor Frankl respecto a su antropología tridimensional, todas aquellas definiciones no nos remiten a la esencia originaria del hombre. Ciertamente tales definiciones pertenecen al hombre en cuanto hombre; la libertad, la racionalidad, la política, la moral, son todos aspectos propios del hombre, sin embargo no tocan la esencialidad humana, aquéllo por lo cual el hombre no es sólo “hombre” sino fundamentalmente, “humano”. O sea, lo que lo distingue de cualquier otra forma de vida biológica.
Es más, aquellas definiciones suponen un centro más profundo y siempre primero en el cual se apoyan y sustentan, y desde el cual existen. Por ejemplo para Aristóteles, una definición para que fuera correcta debía cumplir con la ley de que debe convenir a todo aquéllo y sólo aquéllo que es definido; y además, fundamentalmente, debía mostrar el “… elemento más simple y original …”: dicho de otro modo “… aquéllo que en realidad lo constituye como tal ser …” (7).
Dicho ésto podemos agregar que todas aquellas definiciones antropológicas que no partan desde la esencialidad, desde el “primun esse”, además de no tocarlo en absoluto ayudan a ocultarlo, a partir de que toda la atención está dirigida hacia múltiples características periféricas. Justamente, hablar de periferia supone un centro, de lo contrario ¿periferia respecto a qué?.
También podemos decir a la inversa, que si afirmamos la existencia de un centro estamos suponiendo que hay algo alrededor, es decir, periferia; de lo contrario ¿qué sentido tiene hacer tanto incapié en un centro?-
Por lo tanto, es un hecho innegable la existencia de ambas realidades constitutivas del hombre.
La Dimensión Espiritual
Esbozaré en las siguientes líneas algunos conceptos referidos al “ser” o “espíritu” en la estructura tridimensional humana. Lo haré a partir de considerarlo como “primer principio óntico” o también como la “esencia de la esencia del hombre”. Cabe recordar que ya en la introducción aclaré que iba a utilizar los términos espíritu o ser de modo indistinto, como sinónimos, por una cuestión de tiempo y practicidad.
¿A qué me refiero cuando digo la esencia de la esencia del hombre? Me estoy refiriendo a buscar cuál es ese “primer principio” según la terminología de Aristóteles, o también el “arjé” de los primeros filósofos; el núcleo central del hombre desde donde surge y se apoya toda la realidad antropológica. Dicho de otro modo, en términos Aristotélicos, “… aquéllo de donde primeramente todo lo demás procede y a lo cual en último término se reduce …” (8)
Si bien este concepto está aplicado por el filósofo al principio de la materia, sin embargo creo que análogamente puede aplicarse a la hora de estudiar para comprender algunas características propias de la esencialidad del hombre.
Es preciso señalar también que evidentemente no podemos pretender, sin entrar en contradicción y cometer un grosero error, pensar, creer o afirmar que a partir de las definiciones o características del ser o espíritu ya estuviera o fuera suficiente, abarcativa y completa la definición del hombre.
Claro que no, el ser humano no fue, no es y no será jamás un “espíritu puro”, precisamente porque es humano. De lo contrario, ¿cómo hablar de tridimensionalidad antropológica? En cualquier caso podríamos referirnos a él, el hombre, como “espíritu encarnado”.
El Ser o el Espíritu en el Hombre
Nos referiremos al “espíritu” como “el sí mismo esencial”, y también como “in-sistencia”, término éste que proviene de la Metafísica y cuyo significado es “estar firme dentro de sí”. La primera parte de la palabra insistencia, “in”, deriva del término griego “endon” que significa “dentro”; traducido al latín, el vocablo se transforma en “intu”. La segunda parte está formada por la palabra “sistere”, cuyo significado es “ser”, con la particularidad de que no sólo es ser a secas, sino que significa “ estar fírmemente situado”.
Tomamos una afirmación de San Agustín que dice “,,, qué cosa más tuya que tú y qué cosa menos tuya que tú, cuando lo que tú eres es de otro …” (9)
Cuando decimos “yo soy yo”, “yo mismo y único”, podríamos preguntarnos ¿qué soy yo?, ¿qué es esa mismidad esencial?, ¿cómo es?, “cómo soy yo en el fondo de mi yo?, ¿cómo es ese centro interior o espíritu en cuanto a su estructura más íntima y simple?. Y así, cada persona podría formular uno o ´más interrogantes acerca del sí mismo esencial.
Lo primero que diremos es que desde y con ese centro interior, es de donde percibo toda la realidad en mí mismo y fuera de mi. Me doy cuenta que existo, me doy cuenta de mi cuerpo, que tengo historia, de todo lo que me rodea distinto de mi; me doy cuenta de que puedo amar y ser amado, que puedo sufrir y que puedo ser feliz. Que no soy fruto del azar y que tengo una misión que cumplir. También desde esa in-sistencia puedo percibir al mismo tiempo “mi infinitud y mi finitud”, “trascendencia e inmanencia”, saberme único y valioso, y tener la certeza de que nunca hubo, no hay ni habrá jamás un “mi mismo como mi mismo”.
Espíritu, ser, insistencia es, en definitiva, quien me hacer ser “yo mismo” teniendo la certeza de que “yo soy yo”, junto a las dimensiones psíquica y física, durante toda mi existencia, incluso en aquellas condiciones en las cuales mi conciencia no está presente y como consecuencia no tengo noción de que existo.
Tomemos por ejemplo el caso de estar dormido: ¿qué sucede?, experimento la vivencia de cualquier tipo de realidad exisencial percibéndome como “yo mismo”. Siento los mismos sentimientos, tengo los mismos pensmientos, repito las mismas conductas y se que soy yo igual que en el estado de vigilia, Ciertamente, el sistema nervioso junto con toda mi fisiología sigue trabajando aún estando yo dormido. Sin embargo, aunque hubo cambios importantes en los niveles de conciencia, mi identidad óntica no los tuvo y permaneció sin ningún tipo de alteración. Dicho en otros términos, “yo soy yo mismo” dormido, despierto, consciente o inconsciente.
De no estar presente esta realidad óntica, este espíritu de naturaleza diferente a la dimensión psíquica y física, aunque armónicamente integrado a las mismas y conformando como tal una sólida y vital unidad antropológica, ¿cómo podría continuar percibiendo las mismas experiencias espirituales y psico-físicas cuando el estado de conciencia se ha modificado sustancialmente, hasta llegar a “no tener consciencia de mi mismo”, de mi existencia, de la existencia de otro y del mundo?
“… Adónde podría mi corazón huir de mi corazón? ¿Adónde podría huir de mi mismo? ¿Adónde no me seguiré yo a mi mismo? …” (10)
El Espíritu Encarnado
Decíamos en renglones anteriores, pidiéndole prestada a la Metafísica la palabra compuesta insistencia, que la misma significaba “estar fírmemente dentro de sí mismo”, “ser sí mismo”, ésto como sinónimo de espíritu humano. Éste es el primer principio y fondo último de la dimensión espiritual en el hombre, donde no existe ni puede existir algo previo, sólo y auténticamente espíritu encarnado, aquéllo que en palabras del Dr. Frankl, “nunca se enferma, donde se apoyan todas las demás notas constitutivas del hombre. Es precisamente aquí, en esa insistencia, en este espíritu, donde radica la capacidad de “trascendencia”.
Por otra parte, a partir de la dinámica del espíritu, me doy cuenta de que yo puedo conocer a través de la razón, puedo razonar, “soy también racional”; estoy en el mundo con otras personas como yo, necesito y puedo relacionarme con ellas, entonces también “soy social”; descubro que existen valores y acciones con sentido y por consiguiente “soy moral”; puedo favorecer el medioambiente, mejorar el entorno para una mejor calidad de vida, entonces ahora también “soy técnico”, etc.
Características Basicas del Espíritu
Dijimos que somos únicos e irrepetibles porque el espíritu es único; conjuntamente con esta afirmación podemos agregar que sólo es único sino que también es “uno”. Ésto significa, seguón la definición Aristotélica de “uno”, que el “espíritu es indivisible”, forma un individuo, realidad concentrada en sí misma, propiedad ésta que le otorga la característica de ser “simple”, es decir, “sin partes”; mientras que el hombre es compuesto, el espíritu es simple.
Juntamente con estas dos características primarias podemos decir también que es “invisible e inlocalizable”, no lo veo y no lo encuentro en algún órgano en particular ni en todo mi cuerpo en general. No obstante, sólo a través de mi constitución psico-física tiene su actuación y manifestación y mediante estas dimensiones lo puedo percibir y conocer.
El espíritu es también “inalienable”, nadie puede estar en mí, por mí; incluso podríamos decir que ni el mismo Dios puede ser yo. “… Dios te creó sin ti pero no te salvará sin ti …” nos dice San Agustín.
Espíritu, Libertad y Autodecisión
Desde el nacimiento hasta la muerte siempre tendremos frente a nosotros, apoyados en el espíritu, aún en medio de condicionamientos, la liberad de elegir. Es quí, en la “mismidad”, en el “sí mismo”, en el “espíritu”, donde radica el principio de la noción de la libertad humana, la libertad según lo entendió el Dr. Viktor Frankl: “…. nuestra libertad es una libertad finita, es una libertad limitada, ésto equivale a decir que el ser humano nunca estará completamente libre de condicionamientos, sean éstos de tipo biológicos, psiológicos o sociológicos, pero siempre tendrá la libertad suprema, la libertad última de elegir una atitud ante los condicionamientos que enfrenta. Cómo reaccionamos ante condiciones que no pueden ser cambiadas, depende de nosotros. En otras palabras, si no podemos cambiar la situación, siempre tendremos la libertad de cambiar nuestra actitud …” (Viktor Frankll. Video entrevista Universidad de Viena).
Esta libertad se manifiesta también junto al poder de “autodecisión”. Decimos “yo soy yo y no otro, yo decido”, pero decido en soledad; “soy yo solo” quien tomará mis decisiones y mis cambios de actitud frente a situaciones adversas de la vida; “soy yo solo” quien encontrará o no, un sentido por el que valga la pena vivir.
A modo de ejemplo, diremos que el hombre estará definitivamente y totalmente solo en el instante de su muerte. Podrá estar frente a sus seres queridos y afectos, pero él, sólo él, estará transitando la experiencia de morir, y tal vez lo haga evaluando y valorando el transcurso de toda su vida en el instante éste, nada más ni nada menos, en que se le hará patente y transparente el sentido y significado de su vida, y por consiguiente también el sentido de su muerte.
Relación entre el Espíritu y la Dimensión Psico-física
Cuando señalamos y acentuamos la primacía del espíritu, fácilmente podemos caer en la tentación o cometer el error de aceptar que en el hombre lo único importante y valioso es la presencia de la dimensión espiritual, subestimando la existencia y funciones de las dimensiones física y psíquica. También suele darse el caso inverso, es decir, acentuar las funciones psico-físicas en desmedro de la dimensión espiritual.
Ninguna de las dos consideraciones sería la adecuada. El hombre no se presenta como espíritu puro, tampoco es sólo cuerpo y psique, o combustión y oxidación como le dijo un profesor de biología a Viktor Frankl, cuando éste era estudiante. El hombre es verdadera y auténticamente una unidad tridimensional.
Transcribiré a continuación un pequeños texto del Dr. Frankl en el que podemos ver cómo reafirma esta unidad indisoluble, vital y esencial del espíritu con la actividad psico-física: “,,, La unidad del hombre es una unidad a pesar de la multiplicidad del cuerpo y psique, y no puede encontrarse la unidad en la dimensión biológica o psicológica sino que debe buscarse en la dimensión noética, es decir, la dimensión del sentido, la dimensión espiritual …”(11).
A partir del texto anterior podemos inferir que la unificación de las tres dimensiones está realizada por la dimensión espiritual. “….. esta unidadtotalidad es posible porque está fundada, garantizada e integrada por la persona espiritual …” (15).
Hemos venido hablando de espíritu e insistencia para referirnos a lo que en Logoterapia se denomina con el nombre de “espíritu”. En los textos precedentes hemos observado con claridad cómo se reafirma la unidad antropológica trimensional, y también se declara con la misma claridad y fuerza la necesidad de la presencia del espíritu para garantizar tal unidad.
Me voy a expresar como persona de fe, persona creyente en el Dioos bíblico y revelado, y recurriré precisamente a textos de la Sagrada Escritura para referirme a esta perfecta trabazón entre el espíritu y la dimensión psico-física. “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles, si el Señor no custodia la ciudad en vano vigila el centinela. Es inútil que ustedes madruguen, es inútil que velen hasta muy tarde y se desvivan por el pan; ¡Dios se los da a sus amigos mientras duermen” Salmo 127 (126) vs, 12, Biblia “El libro del Pueblo de Dios”.
Una pregunta entre otras podría ser: ¿qué tiene que ver este Salmo con la tridimensionalidad humana?. Voy a explicarme con una analogía.
El salmista señala que “sólo Dios puede garantizar los esfuerzos del hombre”. Por otra parte también nos muerstra que no es Dios solo, independientemente del hombre quien realiza las obras, sino que el hombre es quien trabaja junto a Dios y Él es quien vivifica y sostiene todo.
Vamos a sacar sólamente dos conclusiones o interpretaciones del contenido del salmo. En primer lugar aparece la constante, vital y necesaria acción de Dios que trabaja siempre, (cfr. Jn. 5,17). Él toma la iniciativa, Él trabaja y nos convoca, nosotros podemos responder afirmativamente o no,; ésto significa que tenemos libertad y Él la respeta. En segundo lugar, si libremente respondemos de modo negativo, entonces nos encontraremos de alguna manera, no de forma total, separados de Él, y por consiguiente dependeremos en gran medida sólo de nuestros esfuerzoa y capacidades finitas, con el riesgo de que éstas queden reducidas o sostenidas por un simple voluntarismo. El texto también nos aclara que el trabajo realizado de este modo es “vano e inútil”, lo cual puede significar escasez o precariedad en los frutos obtenidos.
Se ha producido así una separación cualitativa entre Dios y el hombre, pero parcial, no una ruptura absoluta o definitiva. Dios sigue presente, sigue siendo Dios, siempre igual; permanente, omnisciente, creador de vida, como Dios es, tal cual es, sin cambios o alteraciones. Simplemente, Dios es. Sin embargo, para el hombre, en las cirustancias descriptas anteriormente, Dios no está, no existe; “… Dios ha muerto …” diría Nietsche, o en el mejor de los casos Dios es sólamente una idea o ilusión porque él, el hombre, se ha reducido por él mismo a una precaria finitud o inmanencia.
Este hombre, en tales condiciones, situado en un “país lejano” (Lc. 15 ,13), no quedará solo y abandonado, desperdigado en la inmensidad de la nada misma, del sinsentido, de la muerte definitiva. No, seguro que no, porque como hemos manifestado en anteriores renglones, Dios seguirá siendo Dios y ahí está. Ésta es la garantía que tiene el hombre para que nuevamente, consciente y libremente, pueda volver a elegir, elegir volver a “la casa del Padre” (Luc.15,18), para que allí “haya fiesta” (l. 15,24.
Esta fiesta es el signo de haber recuperado la sana relación de Dioshombre en todos sus aspectos, como lo expresa el salmista. Hemos vuelto a la realidad necesaria y vital de dos realidades: Dios y el hombre.
Análogamente nos podemos referir al Salmo para explicar la relación del espíritu en la unidad tridimensional humana. Así como el salmista expresa que “si Dios no contruye la casa en vano se cansan los albañiles”, podríamos analogar diciendo que si el espíritu no obra en el hombre éste queda reducido en parte a una realidad psico-física.
Para explicarlo mejor diremos que el espíritu ocuparía el lugar o sería equivalente a Dios en el texto del salmo, y también al Padre en la parábola del Evangelio de San Lucas. Por otra parte la consitución psico-física reemplazaría al hijo menor de la parábola y a los obreros en el salmo.
Dicho ésto continuamos. En general afirmaríamos que se da en el hombre al menos dos situaciones diferetes respecto al tema espiritual, pero con consecuencias similares. Por un lado tenemos a aquellas personas que no creen, que no entienden o no les interesa en lo más mínimo el tema en cuestión y por lo tanto desarrollan su vida al margen, según su pensamiento, de la dimensión espiritual. Remarco “según su pensamiento” porque lógicamente entendemos que la realidad de la existencia del espíritu en el hombre es independiente de cualquier forma de pensamiento o postura filosófica. Por otro lado están aquellas personas que sí creen o aceptan una dimensión espiritual, pero lo asocian sólamente con la religión, con el ámbito de la fe o con ciertas prácticas religiosas ocasionales. Junto con ésto tambien se da el caso de personas que no saben o no alcanzan a comprender qué es el espíritu y qué tiene que ver o cómo se integra con su realidad existencial. Dicho en otros términos, el espíritu poco tiene que ver con la vida “real”, haciendo alusión ciertamente con la palabra real, a la dimensión psico-fisica, produciéndose una separación conceptual entre el espíritu y esta dimensión; entonces puede hablarse de que se cree o que se conoce la existencia e intervención del espíritu en la persona pero …. no obstante esta situación, aún así, pueden rescatarse buenos momentos de experiencias espirituales pero de modo intermitente, es decir, sin conexión de continuidad.
En cualquier caso las consecuencias son muy similares. Qué sucede: el hombre que le da la espalda a la realidad espiritual comienza a construir su vida en la periferia del espíritu y esta periferia, cualquiera sea, se convierte en el “país lejano” de ese hombre. Por consiguiente “se ha ido de la casa de su Padre”, ha perdido esa conexión consciente y vital que lo alimenta y sostiene. Ese país lejano se convierte en sus propios límites, limitaciones y condicionamientos que lo ahogan y empobrecen, y aún cuando logre algo, llámese profesión, estatus social o lo que fuere, (en el caso de la parábola un trabajo para darle alimento a los cerdos, Lc.15), más tarde o más temprano experimentará “la nostalgia de la casa de su padre”, lo que podríamos llamar en ttérminos terapéuticos, “el vacío existencial”.
Ese hombre debería reconocer que esa filosofía de vida no proviene de su verdadero yo, de su yo esencial. Algo debería hacer para recuperar su completud como persona humana a fin de regresar y “situarse en su verdadero yo esencial”; o lo que es lo mismo, “volver a la Casa de su padre”, entonces seguro que “habrá fiesta”, es decir, “habrá un sentido, un para qué vivir”. Ahora sí podrá viajar a países lejanos por razones o circunstancias fácticas, pero no viajará solo, “irá con su padre” y sabrá que cuando regrese “habrá fiesta”.
Estamos diciendo que, situada la persona en la dimensión espiritual, podrá atravesar cualquier experiencia adversa -país lejano-, pero su vida aún así estará llena de sentido.
LA MEDITACIÓN Y SU APORTE A LA LOGOTERAPIA
Comenzaremos definiendo qué entendemos por meditación. De entrada nomás diremos qué no es meditación.
La meditación no es “reflexión”, no es “control mental”, no es “poner la mente en blanco”. Ésto último es lo más insólito. ¿Cómo pretender poner la mente en blanco, es decir, sin pensamientos, cuando lo propio y esencial, su razón de ser, es crear pensamientos?. Y si se quiere significar con mente en blanco “mantenerse concentrado sólo en una imagen u objeto”, ¿no estará la mente acaso, ocupada con la imagen del objeto o visualizando dicha imagen?. Cualquiera sea el caso, nada de ésto tiene que ver con la meditación.
Es la meditación un método sistematico, progresivo y gradual cuyo objetivo es el encuentro con uno mismo, el conocimiento de uno mismo. Incluso se podría afirmar que más que un método es un camino hacia la interioridad, hacia el encuentro con ese “espíritu”, “ser” o “insistencia” del que ya hemos hablado.
El término meditación, del latín “meditatio”, significa “estar en el medio” o “en el centro”, mientras que el vocablo correlativo en el ámbito de fe o religioso es “contemplación”, del latín “contemplatio”, “estar en el templo”. Éste término se aplicaba en épocas primitivas, momento en el que surgió, como “estar en el interior de unos mismo”, en nuestro propio templo donde “habita el espíritu”, “la esencia”. “el dulce huésped del alma”.
La Meditación no es una práctica para lograr un objetivo, como por ejemplo una perfecta relajación, una excelente concentración, sentirse bien, o para solucionar un conflicto psicológio o emocional. La Meditacion en si misma es ya transformadora, se medita para “SER”.
Mediante la ejercitación de la Meditación nos vamos encontrando con nosotros mismos tal cual somos, en la tridimensionalidad. Tal cual somos significa que descubriremos que no somos sólo “Verdad, Bien y Belleza”, sino que también tenemos sombras y a esas sombras, antes que rechazarlas, las debemos aceptar y atravesar con calma. Es el pasar, el peregrinar por la noche oscura. Así, de este modo, podremos encontrar la luz que habita en nuestro interior, el espíritu tal cual es, es decir nuestra propia esencialidad desnuda, y entonces nos daremos cuenta de que “hemos vivido recluídos en un cuarto pequeño, semi-oscuro, cuando somos un castillo o palacio a conocer” (Pablo D’Ors).
La Meditación nos permite peregrinar desde la exterioridad cotidiana y necesaria hacia la interioridad y encuentro con nosotros mismos. Mientras más vivimos desde nuestro interior y en nuestra interioridad, desde nuestro yo esencial, más significativa será la vida exterior, y a su vez ésta nos llevará nuevamente a nuestra experiencia interior.
Por consiguiente diremos entonces, que cuando una persona medita y comienza a hacer la experiencia de este diálogo entre espíritu y dimensión psico-física, no de forma aislada sino como un modo de vida, la dimensión espiritual comienza a integrrse mejor junto a las dos dimensiones restantes y progresivamente, esta persona empezará a reinterpretar y resignificar los diversos acontecimientos de la vida; y fundamentalmente, lo más importante, irá encontrando el sentido de su vida y estará en mejores condiciones para descubrir también el sentido trascendente de su existencia, integrado en los ámbitos personal, social y cósmico.
Desde esta perspectiva decimos entonces que, cuando hablamos de la práctica de la Meditación como forma de vida, no queremos decir que se refiere al aislamiento o a la huida de la realidad que nos toca vivir, sino más bien entendemos que es la condición primaria de todo hombre para el descubrimiento y encuentro con su auténtico “espíritu encarnado”.
Me atrevo a afirmar que de este modo podremos obtener el equilibrio y sanidad necesarios entre lo individual y social, lo inmanente y trascendente.
CONCLUSIÓN
Al comienzo del escrito nos referimos a que la esencia de la Logoterapia es, sin lugar a dudas, la concepción, estudio y comprensión de la existencia de una dimensión espiritual, constitutiva y fundamental en la visión antropológica del Dr. Viktor Frankl. Estamos totalmente convencidos de que es esta dimensión, la espiritual, la que inexorablemente hace al hombre, “humano”.
El aporte que le otorga la práctica constante de la Meditación, tanto a la Logoterapia, al terapeuta como al paciente, es enormemente significativo para sus objetivos. La Meditación le proporcionará a éste último, de modo gradual, la posibilidad cierta de sostener un elevado nivel de conciencia y de valores vitales y trascendentes, que son de suma importancia a la hora de la terapia y la recuperación.
De este modo el logoterapeuta podrá trabajar mejor con las técnicas específicas de la Logoterapia, o sea, “la Apelación”, “De-reflexión” y “Modificación de Actitudes”, así como con técnicas inespecíficas.
Logoterapia y Meditación entonces, son dos propuestas existenciales que no deberían dejarse de lado a la hora de ayudar a aliviar tanto dolor existente en la humanidad en general, y a sanar al paciente en particular, recuperando de este modo lo más esencial y vital en el hombre, su dimensión espiritual. Entonces así, el hombre dejará de ser tan sólo hombre y se desarrollará como verdadero y auténtico Ser Humano.
“… Yo quiero ser médico de almas, no para un organismo psíquico corrompido ni para un aparato psíquico en ruinas, ni para una máquina desecha, sino sólo para lo humano que está detrás de todo ello, y para lo espiritual que está por encima de todo ello …” Victor Frankl
Notas Bibliográficas
- “Técnicas y Procedimientos Logoterapéuticos” – Pareja-Herrera, 2007, pag. 289
- “Política” – Aristóteles – A2 – 1053
- “Metafísica” – Aristóteles – A 6
- “Alcibíades” – Platón – I
- “Meditación de la Técnica” – Ortega y Gasset – Obras Completas – V 342
- “De Cive Sobre el Ciudadano” – Hobbes
- “Metafísica” – Aristóteles – A 5
- “Metafísica” – Aristóteles – L.IV – A 3
- “In Joan” – San Agustín – Tratactus – pag. 29
- “Confesiones” – San Agustin – Libro IV
- “El Hombre Doliente” – Viktor Frankl – Herder-Barcelona 1987 – pag. 184
Julio Martinez Vaca